Querido Jonas

Querido Jonas:

Espero que te encuentres bien. Mamá y papá están bien. Te escribo un poco antes porque hoy pasaron varias cosas interesantes y quería que estuvieras al tanto. Comprendo lo duro que debe resultarte estar apartado de nosotros; quizás esto te ayude a que las horas no se te hagan tan largas.

Esta mañana me desperté de madrugada y por muchas vueltas que di en la cama no conseguí volver a dormirme. Cuando salí de casa el cielo estaba cambiando de negro a gris. Era tan temprano que no había casi nada abierto, a excepción del kiosco de prensa cerca de Café Station. (Estoy seguro de que te estás muriendo de risa: ¡yo paseando antes del amanecer!).

Llevaba puesta una chaqueta fina y unos zapatos de cuero, porque me apetecía y el tiempo era muy agradable para esta época del año. No está relacionado con lo que luego pasó, pero me siento empujado a contarte este tipo de detalles.

De camino a la estación de tranvía me detuve en el kiosco y compré algo de tabaco y carbón. Como ya te dije no había nada abierto (ni siquiera la cafetería), pero me gustó la idea de caminar hasta la siguiente parada y ayudar a la ciudad a despertarse.

Entonces pasaron dos cosas (razón por la que te escribo).

Lo primero que ocurrió es que vi algo en medio de la acera entre el kiosco y la parada del tranvía. Al principio pensé que era algún tipo de extraña escultura callejera, pero al acercarme comprendí que no era una escultura, sino un pez de gran tamaño. Fue el olor lo que me convenció. Tras examinarlo más de cerca me di cuenta de que era un enorme tiburón… seguro que tan alto como yo, posiblemente más.

El tiburón estaba muy inflado, como si hubiera acabado de darse un festín, quizás presagiando su muerte. Sus ojos eran de un rojo intenso y estaban rodeados de una piel arrugada y tumefacta. Sus branquias, de un tono rojizo similar, estaban secas. Como ya dije, el olor era terrible. Rodeé al tiburón un par de veces y pensé si debía comprar papel para dibujarlo (tan grande y raro era), pero no tardé en cansarme de su peste, su tamaño y lo insólito de la escena. Seguí caminando hacia la estación.

Lacuna Nosolorol

El trayecto discurrió sin incidentes. Me gusta tanto esta forma de viajar que seguí por Central hasta llegar a la altura de Boxer. Creo que nuestros autotranvías son de los mejores en los que jamás me he subido. Pero esto tampoco tiene importancia; ahora paso al segundo suceso. Como sabes, Boxer aún no se ha recuperado del todo del incidente y las reparaciones continúan, por lo que tuve que salir a la calle por una ruta alternativa a la normal (la del puente colgante sobre el canal).

Cuando comencé a subir las escaleras hacia la calle vi lo que sería la segunda cosa inusual del día: un hombre, moreno y con un bigote al estilo de un extranjero. Estaba sentado frente a una pequeña mesa (del tipo que usan los prestidigitadores y vendedores ambulantes).

Como vestía de forma elegante, con un esmoquin, al principio supuse que era un ilusionista. Pensándolo bien, quizás lo fuera después de todo. Da igual. El hombre en sí no era especialmente raro. Lo extraño era lo que estaba haciendo. Estaba sentado en una silla con una servilleta anudada al cuello, como hacen a veces los niños y los palurdos cuando comen. 

La mesa estaba decorada con dos candelabros de plata con velas (encendidas); entre estos había piezas de una bicicleta desmontada. El hombre (que no parecía ni darse cuenta de mi presencia) escogió un trozo de la bicicleta y empezó a comérselo.

Me quedé paralizado ante la demostración de tan extraño comportamiento. Continué con la mirada clavada en él a medida que terminaba de comerse la pieza y procedía a seleccionar y devorar otra más. Lo estuve observando unos quince minutos. Ninguno de nosotros dijo nada. Abandoné el lugar algo descompuesto e intranquilo. Recuerdo que vi un fonógrafo junto a él.

Estaba tocando música, pero no puedo recordar la melodía. Viktor y yo vamos a ir hoy al quinetoscopio para ver las ejecuciones animales. Como ya te dije, mamá y papá están bien. La ciudad está vacía sin ti. ¿Has oído las noticias? A medida que pasa el tiempo los ataques se hacen cada vez más y más frecuentes.

Dicen que los agentes tienen un propósito más allá de cualquier participación en el Gran Conflicto. Ojalá estuvieras aquí para explicármelo todo. Espero impaciente tu próxima carta, pero aún más que vuelvas definitivamente a casa. Cuídate mucho.

Tu hermano,

Willem.

Lacuna, Episodio I. La creación del misterio y la Chica de Ciudad Azul es un juego de rol experimental… y tú eres parte del experimento, te des cuenta o no.

02/02/2018 Nosolorol Ediciones https://www.nosolorol.com/img/nosolorol-ediciones-logo-14727449041.jpg https://www.nosolorol.com/
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