Así comienza En tierra de Elfos:
En la ermita de san Pelayo se levanta el cuarto de los romeros. Y sus compañeros lo miran expectantes, pues saben que la historia que va a contar es la última y con ella terminará el ritual del Filandón. Y el romero empieza a hablar con voz muy suave, como si fuera un muchacho, o una mujer.
Y lo que sigue es una de las aventuras más épicas y exóticas que Ricard Ibáñez haya escrito jamás para Aquelarre, con nuestros protagonistas despertando en una playa de arenas rojas, tierra de unos seres diminutos y humanoides, moradores de una mítica ciudad que parece suspendida en los tiempos de la antigua Grecia. Y esa será solo la primera de muchas sorpresas que les esperan mientras siguen el rastro de cierto dragón que andan buscando. En su papel de argonautas, visitarán islas repletas de misterios y maravillas mientras tratan de recuperar los dones que habrán de permitirles enfrentarse a un enemigo final que se antoja invencible.
Aparte de esta memorable aventura final, las páginas de En tierra de Elfos incluyen numerosas criaturas nuevas, notas sobre la interpretación de los mitos griegos durante la Edad Media y un apéndice sobre la Seu de Urgell.
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