Gurahl: descubre el poder oculto de los Hombres Oso

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Razas Cambiantes es un suplemento para Hombre Lobo: El Apocalipsis 20.º Aniversario

Descubre la fuerza ancestral de los Gurahl, los Hombres Oso. Explora nuevas formas de cambiar con Razas Cambiantes, el suplemento para Hombre Lobo: El Apocalipsis 20.º Aniversario que te abre la puerta a otras razas.

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De todos los hijos de Gaia, ninguno está más sintonizado con el ciclo de la vida, la muerte y el renacimiento que la prole ursina, y sólo a ellos les confió Su mayor don: el poder sobre la vida y la muerte.

Historia

En los primeros días no había nada, sólo el potencial de todo lo que alguna vez llegaría a ser. Gaia se sumió en lo profundo de ese potencial y dio a luz a Sus tres hijos mayores: el Hilandero, la Creadora de Tapices y el Destructor de Patrones, conocidos por otros como el Kaos, la Tejedora y el Wyrm. Ella les impuso la tarea de crear el resto de la realidad y juntos dieron forma al Gran Tapiz de la existencia, en el cual todo tenía un propósito, un lugar y un tiempo en el que había de existir. Si el equilibrio entre estos tres primeros vástagos de Gaia se hubiese mantenido como debía, el tapiz aún seguiría existiendo y no habría surgido la necesidad de crear ninguna de las Razas Cambiantes. Pero, por desgracia, no fue así.

En algún lugar, en algún momento del oscuro pasado, los primeros hijos de Gaia dejaron de cooperar en sus tareas sagradas. La Creadora de Tapices atrapó al Destructor de Patrones en su red de filamentos y lo condujo a la locura y la destrucción. En lugar de seguir el gran designio de crear una obra de belleza y equilibrio, el Hilandero, la Creadora de Tapices y el Destructor de Patrones marcharon a la guerra, cada uno peleando por imponer sus deseos sobre el Gran Tapiz. Para tratar de restaurar el equilibrio perdido, Gaia se sumergió de nuevo en el potencial del universo y creó a Sus hijos Cambiantes. Hizo a cada uno de ellos específicamente para una tarea: los Lobos para la guerra, los Cuervos para descubrir secretos, los Lagartos para recordar. Y para asegurarse de que el resto de Sus hijos tuviesen a alguien que les sirviese de guía, Gaia creó a los Gurahl. A ellos les concedió una comprensión innata de Sus designios: no sólo de la creación de nueva vida y el tejido de todo lo que existe, sino también de lo que es más difícil de entender para los seres mortales: la importancia de su final, cada uno a su debido tiempo.

Les dio la habilidad de alterar no sólo sus cuerpos, sino también sus naturalezas, tal y como requeriría su deber; no rápidamente, sino despacio y con gran cuidado. Los hizo curiosos y juguetones para llenarlos con el gozo de la posibilidad. Los creó protectores y cuidadores, figuras paternas para aquéllos que pudieran necesitar su fuerza. Y, sabiendo que a todos les llegaría el invierno a su debido tiempo, los hizo estoicos y fuertes tanto de cuerpo como de corazón, para así poder hacer lo necesario para proteger el Tapiz y a todos aquéllos que fueran parte de él llegado el momento.

Sabiendo que los había hecho dignos de tal responsabilidad, les concedió también el más sagrado de los dones: la capacidad de arrebatar a uno de los caídos de las tierras de los muertos.

Durante un tiempo, pareció que los hijos más jóvenes de Gaia lograrían llevar a cabo su tarea. Sus fortalezas y debilidades se complementaban, igual que el frío del invierno y el calor del verano son ambos vitales para el paso de las estaciones, y trabajaron codo con codo para servir a Sus designios.

Con el tiempo, como ya había ocurrido antes, las cosas comenzaron a dejar de funcionar. Los Garou se volvieron celosos de la confianza que Gaia había depositado en Sus otros hijos y codiciaron los secretos y Dones del resto de las Razas Cambiantes. Cuando descubrieron que los Gurahl conocían el secreto de devolver la vida a los muertos, exigieron que les enseñasen esa magia.

En su sabiduría, los Gurahl decidieron no compartir el secreto de restaurar la vida con ninguna otra Raza Cambiante, especialmente con los belicosos e irritables Garou.

Se percataron de que los Hijos de Lobo querrían devolver la vida a cada guerrero muerto en batalla para poder continuar la lucha contra el Destructor de Patrones y que con este deseo irían en contra del ciclo de la vida y la muerte.

Cuando los Garou descubrieron que los Gurahl no les enseñarían su Don más secreto, hicieron saber a los otros Fera que los hombres oso estaban guardando para sí los Dones de Gaia. Y, tal y como sucede con los rumores, esa historia se volvió más oscura cada vez que se contaba...

Cuando finalmente estalló la Guerra de la Rabia, los Gurahl dieron rienda suelta a su Rabia y combatieron larga y ferozmente a los Garou y a cualquier otro que tratara de destruirlos. Pero los Garou luchaban en manadas y podían derribar incluso al hombre oso más fiero. Los lobos guerreros arrasaron Tribus enteras de Gurahl y torturaron a aquéllos que capturaron con el fin de forzarlos a entregarles el Don del renacimiento.

Ninguno lo hizo.

Los Gurahl vieron que los Garou estaban decididos a destruir al resto de Cambiaformas. Para poder salvar a su Raza y proteger los secretos que Gaia les había confiado, los hombres oso se retiraron del mundo. Algunos muy ancianos abandonaron sus cuerpos y se trasladaron a la Umbra, buscando las Tierras del Verano. Otros fueron a los Calveros umbrales y cayeron en un profundo sueño.

Los Garou creyeron que todos habían muerto…

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